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miércoles, 13 de mayo de 2020

Disparos de bala


Error. Asociar la inmensidad al tiempo, de manera proporcional.

¿Acaso avisan las balas cuando están cerca? Las balas impactan, hacen surco; y la sangre sale sin preguntar si es el momento preciso; brota, mancha y deja rastro. Sólo puedes huir cuando ves el cañón apuntando, si escuchas el disparo ya no hay vuelta atrás; y así es la inmensidad, como un ruido estremecedor y breve en el que ya no hay opciones, sentir el roce piel con piel y estallar.

Miedo. Singular sensación de protección en el antes y el después, y entre el antes y el después. El sentimiento de los cobardes que se apiadan del silencio para sentir seguridad.

Nos da miedo el disparo, porque el impacto es silencioso.

Placer. Amamos el riesgo a pesar del pasado. Aceptamos las consecuencias con tal de sentir el calor. Dan más miedo las noches a oscuras, las noches a solas, que equivocarse una vez más.

Donde caben dos, caben tres, agujeros de bala en la piel.

Imposibles. Entre el mar, el viento y los disparos; tiempo, distancia y silencios.

A veces duele no haber esquivado la bala.

Amor. Volver, a pesar del tiempo; y hurgar en la herida buscando respuestas. Volver, a sentir piel con piel, el roce de unas manos, el calor de unos labios.

Y sacar la bala, quizá la bala perdida definitiva. 

Madrugada. Y ahora entre la distancia y el miedo, cogerse las manos entrelazando los dedos para recordar el tacto. Hace dos meses que se extinguieron las noches en compañía, hace dos meses que nos consumimos en soledad.

Hace dos meses que buscamos un reencuentro cara a cara para volver a recibir un impacto de inmensidad.



jueves, 23 de abril de 2020

Escritor en cuarentena.


Síndrome del escritor, que llueve cuando escribe…
…que escribe cuando llueve.
Y yo hoy me despertado diluviando, y afuera diluviaba.
Y hoy no había cabida para amaneceres, solo había tormenta y caía agua;
y en las cabezas tampoco hay luz, solo ruido ensordecedor anunciando lluvia.
Son los pensamientos los que calan fino, aunque no dé el aire, aunque no moje.
Aprender a ver la vida desde una ventana; arriesgarse a mirar de frente lo que dentro retumbaba.
Las calles vacías, y los corazones vacíos; allí está rugiendo el cielo, aquí se escucha silencio.
Silencio y soledad,
soledad y espacios,
Espacio y tiempo.
Tiempo de soñar, porque mañana no saldrá el sol, no saldrá si no soñamos.
Llorar y correr como una gota sobre la acera no nos hará más libres;
desembocaremos en el pozo, nos salpicaremos con el charco
Esperando a la desesperada…
…diluviando.

jueves, 26 de marzo de 2020

Sobrevivir a marzo.


Todo eran oídos sordos, miradas hacia otro lado, el país latía a pulso constante; y después vinieron los latidos a contratiempo, la falta de aire y el contador de cifras ascendiendo de manera exponencial.

Fue un preciso momento en el que cada cual se dejó caer desde el borde de la ignorancia al vacío de un mundo parado. Y llegó el miedo cuando empezó a cerrarse el círculo del riesgo alrededor de nosotros.


Entre las cuatro paredes, podemos sentir como en los colegios ya no se escuchan risas, en los parques vallados se oye silencio, en las estaciones se escucha eco, en los museos se oye el arte llorando de vacío.

Y en las casas se escucha encierro, y en la calle se oye pandemia.


Nos ha tocado, Madrid, ser el centro de la muerte. Y todos nos miran con temor y nosotros a ellos con lágrimas. La morgue que estamos arrastrando se lleva muchas almas, y dejará muchos muertos en vida por las despedidas que nos están arrebatando.

Con lo bonita que eres, Madrid, te has quedado sola en tus avenidas, tendrán rabia la Plaza Mayor, Sol y la Gran Vía… Y con lo bonitos que sois los rincones de España, os habéis quedado solos.
Nos hemos quedado solos.


Pasan los días, y alargan semanas. Y nosotros sentados, mirando como retransmiten una guerra de un solo bando. Y todos esos médicos jugándose la vida en una lotería, por salvar miles.

Y cuando esto acabe, será la economía la que venga de la mano de un respirador; España seguirá ahogada por mucho tiempo. Y seguiremos en una lucha continua por la supervivencia de cada casa, de cada familia, cada mes.


Todos los años cuesta sobrevivir a marzo.

Por todas las calles sin un alma, y los miles de almas que se está llevando el viento.

miércoles, 22 de enero de 2020

Inmensidad


Retumban acordes, uno y otro y otro.

Y caen lágrimas, una y otra y otra.

Y a veces la inmensidad se hace demasiado intensa.
Y aquí algo tiembla, y yo tirito de intensidad.

Nunca se desdibujó el horizonte, pero me empeñé en verlo siempre vacío. Y entonces, entre lo inmenso que es el mar y las olas, cambió la perspectiva. Y hay tanto miedo en tantos versos, tantas historias que nunca pensamos contar en estos cuerpos.

Yo quise correr, huir.
Esta vez algo me pidió que me quedara, a pesar del riesgo de permanecer demasiado tiempo en el mismo sitio, en el mismo cuerpo o en la misma cama. A pesar de ver pasar trenes o subirse, sin saber cuando va a ser el último.

Y solo a veces, hay un pequeño espacio y uno encuentra su lugar. Aunque no esté en ningún punto cardinal, ni en ningún punto geográfico concreto; simplemente sea el cobijo de unas costillas, el roce de una piel, o un amanecer.

Y por una vez lloré, temblé y me desvanecí; y esta vez no fue por miedo, fue por miedo y por amor.

sábado, 11 de enero de 2020

Es invierno, es enero.


Es enero y afuera hay escarcha; cae helada aquí dentro sobre mi espalda.
Avalancha de este frío que cala hasta las venas, tiritando por las marchas, por la distancia y el tiempo entre los cuerpos.
Tengo invierno en los bolsillos.

Es enero y ahí afuera aún no amanece, es enero y es de noche; y aquí dentro nace inspiración entre las oscuridades.
Llegará la revancha del calor, renaciendo por la vuelta, por acortar distancias y la revuelta entre los cuerpos.
Tengo verano en los sueños.

Es enero, pero saldrá el sol ahí fuera; solo madruga un poeta que se consume aquí dentro y necesita llorar todas sus ansias inquietas. Para cuando fuera haya luz, ya habrá quedado apagada y tranquila su sed de poesía y de letras.
Acecha el hielo por los suelos, agrieta los recuerdos y sin embargo los deja intactos, permanentes; no había tiempo para separarse ni distancias que quebrasen a los cuerpos.
Tengo helados y perpetuos algunos momentos.

Es enero, y saldrá el sol ahí fuera; solo aquí dentro queda rastro de la madrugada. Se levantará el mundo y yo seguiré escribiendo.
Tengo versos que hablan de estos cuerpos.