Las voces confusas, la tos de un fumador empedernido nunca.
Línea de muro a ladrillos que separa la desgracia de la furia;
Llega el carraspeo leve de garganta, pero intensamente
haciendo mella que atraganta.
Y una mueca, que se torna angustia y ansias, en un cuarto
solitario en el terror.
A oscuras la penumbra, y en la calle noche oscura, y tenue;
Con el ser sangrante en lágrimas de esta alma demacrada.
Sequía interior, absorbida a carcajadas por un adversario
menor.
Ojos quemados en lágrimas, puños de fuego y de rabia;
Rufián que reta y desafía al ángel caído directo a su
infierno.
Un desgraciado sintiéndose lobo y siendo rebaño,
Creyendo que ataca a la oveja, sin saber de sus ojos de
diablo.
Vistiéndose de valentía y reflejando la cobardía
De un ser inerte y sin alma
Que ataca, mata y se desvía
Pero regresa sin armas,
A una ventana desesperada
Con ansias de venganza y paz
Con ansias de echar la bazofia.
Que se acerque el corderito, que a escasos centímetros está el lobo del recinto.