Negué a Morfeo sus delirios; negación al sueño por
abnegación catapultada. Paradoja perpetuada en vida de ilusionista de inocencia
asesinada, conciencia sangrienta, rajas abiertas. La amenaza acecha como
lechuza en la oscuridad; Ares buscando guerra me rajó los labios al pensar en
Afrodita, callando mis pensamientos, plantando la semilla de un lamento.
Arrastrando como Sísifo, empujando como mártir, los bagajes de
las trizas que un día he sido. Cae el sol y todo vence, oportunidad fallida de
alcanzar mi cima. El tic tac retorna, contador a cero, nuevo enfrentamiento a
Crono; Saturno no perdona el tiempo. Y mientras las parcas tejen, el temor de
cada límite, cada noche cae en sus cuerdas el color de mi destino. Y ruedan por
la pendiente para volver a empezar un hombre ciego y sus esperanzas, más
quemadas que mis llamas. He caído al descubierto, pronto vendrán las águilas a
devorarme el hígado a lo Prometeo.
Hay noches que llora el cielo y llueve dentro. Desesperación
y decadencia, los intentos sucesivos que llevan a la emboscada del que lucha y
es peligro. Son como animal nocturno que ataca feroz a la rabia a desgarrarla,
yo sin embargo la dejo, que trague lento y se ahogue con toda su escoria y su
infierno. Fieras como licántropo que quieren matar al Fénix.
Llamando al reclamo de la debilidad en presencia de la
oscuridad, Érebo viene con ansia de seducir a Ezis, haciendo dolor la noche; y
yo cuando se va Hemera le pido a Némesis sus encantos; Justicia Divina y
castigo que viene de la mano de Oniros, me observan desde la cumbre jactándose
del desesperado que pide despedazado una mano que le salve.
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