Esculpo con tinta mis demonios, implícitos en la escultura
masacrada de realidad intensa y fría. Contoneo de formas efímeras, sangrante y
sin pausa el peligro de mi odio. Arte el desaliento, y condena del ser
solitario que busca aire y encuentra combustible tóxico. Aspereza de una obra
que nunca acaba, tragedia griega y sin pausa. En mi garganta canto griego
quebradizo, anunciando la tragedia; no hay grito, solo el anuncio de aviso. Seguido
el soliloquio sombrío de soledad, sinuoso y penetrante, asesino y perpetuante. Expectante
al final trágico, como Baco a sus bacantes pretendo arrebatar la cabeza de ese
hijo en mi conciencia como venganza abrasiva. Siempre se escucha el llanto del
espectador herido, y el interludio interrumpe; y como en las Mil y una Noches la
historia se repite.
La continuidad de una historia a puño y letra, a rodilla y
reflexión. Narrativa de relato enmarcado, cual matrioska; Tantas piezas y tan
poco encajado. Narrador omnisciente observando y relatando, capítulo de escena
en el reflejo: ``Sentía en su nariz el frescor del cristal, sus ojos se perdían
en su misma mirada. Estaba tan cerca del espejo que podía verse el alma y
lloraba. “Lo siento”. Y de ahí al monólogo interior clavado, clavado en pecho y
espalda, de un protagonista aislado con las siglas de escritor. Escribiendo
siempre en solitario a lo Bukowski, encerrada a lo bohemio entre las cuatro
paredes y decenas de ansiedades. Aislamiento de vicio, insomnio y necesidad. A
escribir para sangrar y desangrarse. Búsqueda del verso libre y como resultado rima
consonante de una vida asonante y esdrújula, siempre negativo. Con aliteración
sonora de la S de soledad y la paradoja de un luchador sin lanza y solo en el
ejército de una guerra a vida o muerte sin vencedor ni vencido. Refugio de la
metáfora semejando en el arte una verdad sin belleza, como tinta impregnada en
papel siendo historia, símil comparativo de la realidad que parece hipérbole
pero no lo es. Alegoría.
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